El hecho de que el lenguaje antiguo es más complejo que el lenguaje moderno constituye una ventaja a la hora de aprender la lengua madre de muchas de las lenguas modernas puesto que cada lengua hija al evolucionar se va configurando de una manera en particular, pero siempre heredando elementos de la lengua madre. De esta manera, el saber latín constituye una importante ventaja para aprender muchas lenguas modernas puesto que éste contiene todos los conceptos que las lenguas hijas poseen, manteniendo algunos y perdiendo otros. Un ejemplo de esto es que en castellano solo existen los artículos definidos e indefinidos y que en francés, además de éstos existe el partitivo. Si bien, en latín no existían los artículos, el concepto de “Partitivo” estaba presente por medio de las declinaciones de ciertos pronombres como Noster y Vester, dándonos a inferir que en algunas de las lenguas hijas se van conservando algunos patrones lingüísticos, mientras que en otras se van perdiendo.
Esto último sucede con el castellano y constituye una desventaja para los hispanohablantes a la hora de aprender francés, puesto que los conceptos de “Partitivo” y de “Artículo Partitivo” no existen en su forma de entender la lengua y que por ende, se ven en la obligación de aprenderlos. Es en este contexto que el aprendizaje de una lengua antigua como el latín es bastante útil para construir una “Gramática Universal” que nos permita forjar un entendimiento global de la gramática facilitando el estudio de numerosos idiomas modernos. De hecho, si nos dedicáramos a estudiar los seis casos gramaticales del latín clásico y sus cinco declinaciones, nos podremos dar cuenta que una misma palabra cumple diversas funciones gramaticales según su terminación, dándonos importantes pistas para comprender las lenguas modernas y su respectiva morfología.
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